Por Todos los Santos se acerca el frío y los días se van acortando más; y la naturaleza, después del verano, entra en una época de muerte aparente. Por todo eso, no es extraño que desde la antigüedad muchas culturas instituyeran el día de recuerdo de los muertos en torno a estas fechas. De hecho, la fiesta de Todos los Santos es herencia de una celebración celta. El 1 de noviembre celebraban las fiestas del Semain en honor de los muertos, porque es cuando empieza el periodo más oscuro del año, un momento que consideraban mágico porque creían que se establecían conexiones entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos.

Pero la festividad también es el momento del año en que recordamos a nuestros difuntos y vamos al cementerio a llevarles flores a los antepasados. De hecho, el día de Todos los Santos es el 1 de noviembre, momento en que se comen las castañas, los huesos de santo y los buñuelos.

Esta festividad celebra a los difuntos que han superado el purgatorio, se han santificado y gozan ya de la vida eterna junto a Dios, hayan sido o no declarados santos o beatos por la Iglesia. De ahí, su nombre: el Día de Todos los Santos. En ocasiones se confunde con la festividad del Día de los Fieles Difuntos, que se celebra el 2 de noviembre, cuyo fin es rezar por los difuntos, sobre todo los que aún están en el purgatorio.

Desde la Iglesia primitiva (siglo I-IV d.C.) los cristianos siempre han venerado a los mártires porque valoran y reconocen su virtud heroica. La mayoría de mártires sufrieron varias persecuciones en esa época.

Puesto que el cristianismo era considerado ilegal en el imperio romano, los cristianos debían ocultarse. Durante la persecución de Diocleciano (284-305 d. C.) hubo tantos mártires que no se podían conmemorar todos. Así surgió la necesidad de una fiesta en común que se comenzó a celebrar, aunque en diferentes fechas, a partir del siglo IV (301-400d.C.)

El papa Gregorio III (731-741 d.C.) decidió unificar todas las muertes de los santos en un mismo día y honrarlos el 01 de noviembre, aunque previamente se había puesto la fecha del 13 de mayo. El papa llegó a consagrar en la Basílica de San Pedro, en Roma, un espacio para orarles. Esta decisión del traslado de fecha fue muy probablemente para contrarrestar la celebración pagana del “Samhain” o año nuevo celta (en la actualidad Halloween) que se celebra la noche del 31 de octubre.

En Gaucín existe la tradición de visitar el cementerio durante estos días para recordar a los muertos. La noche del 31 el cementerio permanece abierto toda la noche y se encienden velas mientras se reza frente a los nichos.

Hace tiempo un hombre llamado Antolín, que pasaba mucho tiempo en el cementerio, encendía una hoguera y asaba castañas. 

El día 31 se celebra también el tradicional tostón de castañas y boniatos, alimentos típicos del otoño y de esta zona de Andalucía.

Fotografias: Karl Smallman